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Nota realizada en Infobae a Luciano Daneri Ghizo, kinesiólogo y el responsable del área de rehabilitación del Centro Médico Integral Fitz Roy.
Visitar la nota original de La Nación

Luciano Daneri Ghizo es kinesiólogo y jefe de rehabilitación en una clínica. Además, es maratonista y tras un caso leve de coronavirus, advirtió que el virus le había dejado secuelas. Por qué es importante realizarse un chequeo médico luego del alta

Mucho se ha hablado del conjunto de signos y síntomas que se dan y que se desarrollan durante o después de la infección por COVID-19, que continúan por más de 12 semanas y no son explicados por otro diagnóstico.

Es lo que los médicos llaman long COVID, COVID prolongado, síndrome post COVID o secuela post COVID, y se estima que al menos el 10% de las personas que atravesaron un cuadro de coronavirus tendrá síntomas persistentes que no se resolverán por meses.

Luciano Daneri Ghizo es uno de ellos, y por su condición de ser personal de salud es kinesiólogo (MN 7058) -precisamente trabaja en la rehabilitación de pacientes que fueron dados de alta de coronavirus- tal vez estuvo bien atento a las señales que su cuerpo le dio para tomar los recaudos correspondientes y no llevarse un susto mayor.

En buen estado de salud en general, Luciano, de 46 años, antes de tener COVID había empezado a andar en bicicleta diariamente, hacía entre 30 y 40 kilómetros todos los días. “Iba y volvía al trabajo en bici, era mi medio de transporte”, contó a Infobae.

“Al día 17 de cursar la enfermedad, ya dado de alta y por ir a trabajar, agarré la bici para hacer los 30 kilómetros diarios, y en el kilómetro 10 no podía más -recordó-. Sentí literalmente que se me estaban prendiendo fuego los pulmones. No pude continuar, tuve que bajarme de la bici. En ese momento entendí que el camino de rehabilitación iba a ser mucho más largo de lo que creía. Así que todos los días me subía a la bici para hacer, al menos, un kilómetro más que el día anterior”.

Con paciencia y constancia finalmente logró el entrenamiento pre COVID. Pero el camino no fue fácil.

Luciano llegó al diagnóstico de COVID-19 el 13 de septiembre pasado. Su mamá estaba internada hacía 21 días a causa del virus, con un diagnóstico muy complicado e intubada. “Una noche empecé a sentir frío en la punta de la garganta, un típico cuadro de cuando uno se está por engripar. En ese momento agarré un perfume y sentía el olor lejano y difuso. Al otro día directamente me desperté sin olfato, sin gusto y con un cuadro de gripe más fuerte, con dolor de espalda, principalmente entre las escápulas, y con fiebre”. En ese momento, mencionó, se fue a hisopar junto a su mujer Andrea y sus hijos Tomás (12) y Luca (6).

 

“Nos hisoparon a mi mujer y a mí. Yo di positivo, mi mujer no, pero como ambos estábamos con síntomas, nos aislamos en nuestra casa”, contó.

Con el correr de los días, empezó a sentir un dolor fuerte en el pecho y levantó 38 grados y medio de fiebre. Tenía un médico que lo monitoreaba vía telefónica, y con los días, si bien el dolor de cabeza disminuía, no ocurría lo mismo con el de pecho, que se hacía cada más intenso. Finalmente, recibió el diagnóstico de neumonía bilateral.

 

Por mi profesión, como responsable del área de rehabilitación del Centro Médico Integral Fitz Roy y trabajar con pacientes post COVID, conocía las señales a tener en cuenta -recapituló Luciano para este medio-. Sabía que era importante monitorear mis niveles de saturación de oxígeno, y con un oxímetro de pulso que tenía en casa empecé a medirme diariamente”.

La correcta saturación en personas sanas es del 99%. Cuando esa medición está en 90% o menos ya es una señal de alarma. En ese momento Luciano saturaba entre 94% y 92%. Y por sus conocimientos de medicina y fisiología se mantuvo durante cuatro días, la mitad del día boca abajo. “Esta es una maniobra que utilizamos con los pacientes con COVID para mejorar la mecánica ventilatoria”, explicó, al tiempo que agregó: “Al día 12 de la enfermedad aún me costaba mucho respirar y continuaba con mucha tos así que me puse oxígeno y el médico que me monitoreaba me recomendó hacerme una tomografía. En ese momento nos llevamos la sorpresa de que la imagen mostraba un compromiso mayor al que los síntomas que presentaba. No había correlación tomográfica con el cuadro que yo presentaba”.

Finalmente, con el pasar de los días se fue sintiendo mejor en todos los aspectos, y el día 17 recibió el alta epidemiológica de la enfermedad.

– ¿Qué secuelas dejó el virus en tu organismo? ¿Cómo te afecta en tu vida diaria?

– Además de la dificultad para hacer mi rutina de ejercicio diario, luego del alta, durante varias semanas continúe con un cansancio muy fuerte. Por mi profesión, estoy todo el día parado, caminando, yendo a ver pacientes, subiendo y bajando escaleras, ayudándolos a levantarse, entre otras cosas. Hago un esfuerzo físico diario, y en ese momento me costaba mucho mantener mi rutina. No podía seguir el ritmo que tenía antes. Por suerte, también con el pasar del tiempo y con constancia, fui recuperándome.

– ¿Qué estudios debería hacer una persona que tuvo COVID para retomar su vida habitual y su entrenamiento físico en caso de que lo hiciera?

– Una persona que cursó COVID de manera leve no tiene que hacerse ningún estudio en particular, el alta se lo da el médico clínico que lo fue acompañando en el proceso, salvo que durante la enfermedad haya sucedido algo en particular, y que el médico decida hacer un estudio específico.

hora bien, respecto a los pacientes que tuvieron un cuadro de COVID más complejo, que han estado internados en terapia intensiva y deben continuar con rehabilitación, el alta se maneja de manera interdisciplinaria. Es decir, diferentes médicos evalúan al paciente antes de darlo de alta, y los estudios van a tener que ver según las complicaciones que haya tenido. No es lo mismo alguien que estuvo con asistencia mecánica, o alguien que tuvo una insuficiencia cardíaca. En esos casos, el alta se maneja de manera interdisciplinaria con los médicos tratantes.

Por último, al hablar del entrenamiento físico, los estudios son los mismos que se harían para el gimnasio, es decir, un apto físico médico, para detectar que todo esté de manera correcta a nivel cardiovascular.

Consultado acerca de cómo está su salud hoy, el hombre resumió: “Hoy estoy muy bien de salud. A causa del COVID, perdí mucho peso y decidí mantenerlo y tener una vida más saludable de la que ya tenía, lo que hizo que empezara a entrenar para hacer un triatlón con un entrenamiento mucho más específico”.

“Por suerte no tuve mayores secuelas, por lo tanto, anímicamente siempre estuve muy bien. Si bien me frustré cuando quise volver a andar en bici y me di cuenta que no podía, rápidamente empecé a ponerme objetivos a corto plazo y me motivé. También me costó volver a correr, fue algo que retomé de manera gradual, pero hoy en día estoy perfecto y corro aún más que antes”, finalizó.